“Quien te lastima te hace
fuerte, quien te critica te hace importante, quien te envidia te hace valioso, y
a veces es divertido saber que aquellos que te desean lo peor, tienen que
soportar que algunas veces te ocurra lo mejor” (Tomado de Facebook).
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Hubiera deseado, por ejemplo, tener una vida más estable
a nivel sentimental, conservar a mis padres más tiempo, haber estudiado
Psicología, la carrera por la que siempre me he sentido atraída; tener una maestría de
la carrera que terminé finalmente; tener más dinero en el banco, y así una larga lista,
fiel a mi vocación "quejica" pero sobre todo hubiera deseado llegar a
esta etapa de mi vida viviendo en
Colombia, mi país, rodeada de mi gente, de mi familia, amigos, colegas,
en fin mis compañeros de camino, pero no
podrá ser. Dios ha querido que esté por
estos lares, al otro lado del charco, donde me han esperado nuevas lecciones de
vida, con los dolores que eso ha supuesto, pero también me ha deparado muchas
alegrías y satisfacciones, la principal, el tener a mis dos hijos conmigo.
Aquí estoy con Chiara, mi hija mayor, en el Río de la Plata, para festejar tan "magno"acontecimiento. |
Siempre he pensado, hablando en justicia, que lo que me tocó en suerte en mi presente estancia terrenal da para repartirlo en tres vidas, mejor dicho, en tres novelas (ejem), pero esas vicisitudes son precisamente las que me han hecho la persona que ahora soy, como digo arriba. En las que yo no fui el motor de esas experiencias sino la voluntad de Dios, como la muerte de mi madre cuando yo tenía 12 años y la de mi padre, antes de cumplir los 15, por fortuna supe sobrellevarlas: saqué fuerzas para seguir estudiando sin desviarme del camino, y en las que fueron fruto de mis elecciones, o por obra del azar, he de decir que me topado con gente buena y con gente equivocada, como ha de ser desde que se viene a este mundo. Le doy gracias a Dios por la gente bella con la que me topado, esta que define Elisabeth Kubler Ross* en una socorrida frase: "Las personas más bellas con las que me encontrado son aquellas que han conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la pérdida y han encontrado la forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y una profunda inquietud por dar lo mejor de sí mismas. La gente bella no surge de la nada". Pero como el mundo no sería mundo sin la presencia de la contraparte, la gente mala (que feo suena), ésa que no nos ha querido bien, la que proporciona una buena cuota de disgustos, la que nos quita el sueño con sus desdenes, con la que he aprendido las mejores lecciones de vida. A ellas también tengo que agradecerles.
Para terminar, un poema de José Saramago que resume un poco lo que pienso.
Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo.
¡Qué importa eso!
¡Tengo la edad que quiero y siento!
La edad en que puedo:
Gritar sin miedo lo que pienso,
y hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido...
Tengo la experiencia de los años vividos
y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo!
¡No quiero pensar en ello!
Unos dicen que ya soy viejo,
y otros que estoy en el apogeo.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice,
sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios
para gritar lo que pienso,
para hacer lo que quiero,
para reconocer yerros viejos,
y rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir:
¡Estás muy joven, no lo lograrás!
¡Estas muy viejo, ya no podrás!
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma,
pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños,
se empiezan a acariciar con los dedos,
y las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor
a veces es una loca llamarada,
ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
Y otras es un remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Qué cuantos años tengo?
No necesito con un número marcar,
pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos,
las lágrimas que por el camino derramé
al ver mis ilusiones truncadas,
¡Valen mucho más que eso!
¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!
Pues lo que importa:
¡Es la edad que siento!
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida
y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuantos años tengo?
¡Eso a quien le importa!
Tengo los años necesarios para perder el miedo
y hacer lo que quiero y siento.
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A todos los que me han acompañado en este transitar, gracias por su aporte -bueno o no tan bueno- a mi vida. Un abrazo para todos.