martes, 9 de octubre de 2012

Cuidado, agua va!

El Museo del Orinal descolla en Ciudad Rodrigo, una localidad situada a 86 kilómetros de Salamanca, el sitio donde resido; recibe más visitas que la vecina catedral. Entre las 1.300 bacinillas de la colección, hay piezas de distintos estilos y épocas históricas. La pregunta que surge es ¿A quién se le ocurriría exponer cuñas, bacines, bacinejos, galngas, tiorbas y pericos en esta ciudad que destaca por su Conjunto Histórico-Urbanístico?*. A alguien especial pero ya fallecido: José María del Arco Ortiz, "Pesetos", y que (se sepa) único coleccionista español de orinales, además de Camilo José Cela, de quien copio los distintos sinónimos que he puesto en negrita arriba y que llegó a reunir 70, llevado por esa fascinación, o mejor fijación, por las aguas turbias.

 

En 1982, durante unas obras en el hospital de la Pasión (antigua sinagoga entregada, tras la expulsión de los judíos, a la orden de San Juan), Peseto salvó de la destrucción viejos bacines. Así arrancó la colección, muy nutrida de piezas británicas gracias a la pareja de Pesetos, la inglesa Pamela Williams. Entre ellas, un dompedro  eduardiano de caoba. Hoy cuenta con piezas de 27 países distintos, elaboradas en barro, metal y porcelana.



Un artículo que leo para preparar esta entrada tacha al bacín de “objeto insólito y muy utilizado, que tuvo en el siglo XI su primera aparición”. En nuestro trópico se llaman bacinillas y han sido utilizadas desde siempre (y si no me equivoco no han caído en desuso), cuando en nuestros pueblos no existían los inodoros de cerámica.  Una de las escenas que más risa me dio mientras leía “Cien Años de Soledad”  fue la llegada de las 32 amigas, compañeras de clase, de Renata Remedios –Meme–  a Macondo: Santa Sofía de la Piedad (mujer de Arcadio y madre de Meme) era tan exquisita para todo que le asignó a cada chica una bacinilla de oro para que ahorrasen tiempo en el baño, pero resulta que luego las chicas hacían cola para entrar al servicio pues cada una debía vaciar y lavar los receptáculos.  Cuando las muchachas se fueron todos fueron guardados en el antiguo cuarto de Melquíades, que era pequeño,  por lo que, las bacinillas ocuparon una gran parte de este; los lectores de la obra cumbre de nuestro nóbel saben o recordarán que esta habitacion fue cerrada con candado y prácticamente olvidada hasta que un día llegó José Arcadio Segundo (después de haber vivido la tragedia en el tren de los 3 mil muertos) y se refugió en el cuarto de Melquíades, con bacinillas a bordo,  para no salir mas de alli.

Y volviendo a esta otra orilla, al parecer por acá no había sitios donde tirar (o botar) los residuos por lo cual iban a parar … a la calle. 

Durante años, el ¡agua va! caía y se oía en todas partes de España, por lo cual había que apartarse con premura, porque a cualquier despistado transéunte se le venía encima cualquier tipo de porquería que los vecinos evacuaban por los balcones o la puerta de su vivienda, así como toda clase de desperdicios y basuras.
Y todo porque no había aseos (baños)  ni siquiera un sistema de conducción de aguas fecales, Las calles y plazas eran auténticos vertederos por los que con frecuencia corrían riachuelos de aguas servidas. De aumentar la suciedad se encargaban también los numerosos animales existentes: ovejas, cabras, cerdos y, sobre todo, caballos y bueyes que tiraban de los carros. Como si eso no fuera suficiente, los carniceros y matarifes sacrificaban a los animales en plena vía pública, mientras los barrios de los curtidores y tintoreros eran foco de infecciones y malos olores.
Será por eso que  don Eduardo Galeano escribió,  recurriendo a un ejercicio de imaginación histórica:  “Cristóbal Colón no pudo descubrir América porque no tenía visado y no tenía ni siquiera pasaporte. A Pedro Alvares Cabral le fue prohibido desembarcar en Brasil porque habría podido llevar consigo la viruela, el sarampión, la gripe y otras pestilencias desconocidas en el país...”
Con tanta insalubridad por las calles de ese entonces, lo normal es que proliferaran toda clase de enfermedades que fueron llevadas a América, donde nuestros aborígenes, sobre todo los  caribes, nuestros indígenas de la Costa Norte,  destacaban por su higiene personal.
A mediados del siglo XIX, comienzan a entrar las tuberías a los edificios y a llevar agua corriente. Aun así a finales del siglo XIX la mayoría de hogares seguían sin baño. No será hasta 1930, gracias a la producción en forma industrial de bañeras, inodoros y lavabos, que los precios se abarataron y se empezaron a instalar baños de forma masiva en los hogares. Pero, aunque hoy sea difícil de creer, en España, que todas las casas tuvieran su ducha correspondiente no era todavía una realidad al empezar la década de los setenta. 

Esta entrada no tiene ninguna intención malévola. De hecho si hay una cosa que he observado y que me llama la atención,  es la obsesión por la limpieza y el orden de muchas amas de casa españolas, al menos en los sitios donde he vivido. Aquí los vidrios de portales y viviendas relucen y las casas son verdaderas tacitas de plata; no se puede decir lo mismo de los coches, algo curioso, y de que hay gente que no se ducha a diario. Otro día hablaré de mi experiencia personal y de las críticas que quizá me habré llevado por no seguir esa línea un tanto obsesivo-compulsiva de tener todo "limpito" que me resisto a seguir mientras este cuerpazo que Dios me dio (lo digo por lo grande que soy) esté limpio. He dicho. 

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Fuentes:
La Vanguardia
El País
Wikipedia

*En España, un conjunto histórico-artístico es una declaración legal que agrupa a todos los bienes declarados como monumentos históricos-artísticos en una determinada localidad.

2 comentarios:

  1. Magnifico articulo y como tu creo que en nuestros paises no han caido en desuso.

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    1. Gracias, amiga. Los "vasos de noche" siguen utilizándose sobre todo cuando el baño queda en el patio y en previsión de que te pueda "salir un espanto" o pillar una culebra, se meten en las casas, debajo de la cama, para cuando haga falta.

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